Entradas

Mostrando entradas de noviembre, 2022

La pieza

Imagen
La pieza de mis abuelos un día se detuvo. Paula Martini La pieza se desprende de la casa. Como fruta madura cae del árbol, pero cerca del árbol. La pieza de los abuelos se separa y toma su propio rumbo, pero no lejos de la pieza de los hijos, de la habitación de sus nietos. A veces aparenta estar quieta, y es engaño. Avanza marcando rumbo, soltando estela, o más bien polvo. Porque no tiene patitas la pieza, repta y deja huellas que, vistas de lejos, parecen caminos.  Yo me subo, de tanto en tanto, y me voy en viaje de pieza. Si miramos por la ventana, me señalan la lluvia. Si observamos fotos, me explican cosas en blanco y negro. También comemos en la cama, y nadie nos reta. Después me piden que me baje, porque hay algo que sólo es de ellos, y llaman “siesta”.  Los abuelos no están siempre en la pieza, se van a pasear, a hacer los mandados, a visitar al médico, dicen, como si de verdad hubieran sido invitados. Por eso, en algunas ocasiones, queda estática la sábana, inmovil la cortina

Pedacito

Imagen
El muerto se aburre y se endereza. Se acomoda en el cajón y disfruta el placer de no sentir. Ni un tirón en la cintura, ni una pierna dormida, ni siquiera un tímido dolor de cabeza. Acodado en el borde del cajón saluda a los deudos.  Se muestra poco interesado en explicaciones trascendentales, gritos lazarinos o cuestiones forenses. Sólo se aferra a este pedacito de vida que le faltó gastar. ¿Alguien conoce una parrilla cerca?, pregunta. ¡Yo invito!, dice seguro de no tener que pagar. Brinda, rememora, planifica. Poco importa. Al rato, los otros que toman, olvidan el motivo primero de la reunión. También brindan, rememoran y planifican. “Seguimos el próximo jueves”, propone un primero. “Todos los jueves”, arriesga un segundo. “De jueves a jueves”, dice un tercero que se está por dormir. El muerto aprueba cada propuesta seguro de no tener que asistir. Al final de la tarde un enterrador pide orden, caballeros, más respeto, por favor. Que retornen a sus lugares los que lloran y el llorado

Rutina

Imagen
Miriam espera el colectivo por última vez. Por última vez escribe el horario de entrada. Por última vez almuerza sola en el pasillo, mirando la gran ventana. También serán últimos los pasos del regreso, los rituales nocturnos, el sueño ligero que precede al definitivo. Todo es mentira. Ella lo sabe, pero le gusta andar por la vida con ánimo de despedida. Cada mañana, en la parada del colectivo, se relata en tercera persona su última jornada. Saluda, sin saludar, un mundo que ya es ajeno, que casi no está. Pinta de funerales la cotidianeidad. Mastica la rutina con algo de arsénico, de sátira, de saliva. Tiene vocación de suicida, pero no tiene descaro. Le agrada más escucharse, cada mañana, contando su tic-tac terminal. Imaginando el obituario que redactaría la familia. Aunque siempre está abierta a la opción de que, tal vez, un día cualquiera, la pise un auto, se enamore o gane la lotería. 

mentira

Imagen
  Engendran una mentira en la mesa del bar. No es un mal lugar, después de todo, para verla crecer. Sólo basta subir la voz, mirar en todas direcciones, gesticular con alevosía. Luego es cuestión de esperar que adquiera nombre, que tome cuerpo. Siempre da un poco de orgullo notar cómo se estiran los vástagos, cómo maduran y cruzan, sin girar siquiera, la puerta de su nacimiento. Aunque alguien observe la salida, tres mesas más allá, con cierta envidia o enojo incierto. Una mentira sabe desenvolverse en sociedad. Se adapta, se amolda, se agranda. Suele vestirse de sabia respuesta a previas mentiras. Por eso es (y hace) feliz, además de tener una buena esperanza de vida. Se encuentra capacitada para camuflarse hasta hacerse imprescindible e invisible, un pilar fundamental en la comunidad educativa. Mientras tanto en el bar, tres mesas más allá, la verdad almuerza. Estira el menú económico con bocados pequeños y largas pausas que le permiten mirar por la ventana. Ignoramos todo sobre sus