Entradas

Mostrando entradas de marzo, 2021

nombres

Imagen
Una madre apoyó los retratos de sus hijos junto a una placa que integraba sus nombres. Era la primera vez que esos nombres figuraban por escrito, a la luz del día, en espacio público. Dejaron de ser un número, un dato, un "esos". Ganaron identidad, rostro y pertenencia. Ahí estuvieron, de ese barrio se los llevaron, ahí quedarán para seguir andando. Cada vez que alguien lea sus nombres y recuerde, lea sus nombres y pregunte, lea sus nombres y estudie... cada vez que eso pase, levantarán vuelo. Eso ocurrió ayer, en mi barrio. Fui muy afortunada de poder verlo.

Adjetivos

Imagen
Mía reúne adjetivos en una caja. Los recorta de los sachets de leche, los cartones de salsa, las etiquetas del shampoo y las publicidades que pasan por debajo de la puerta. Son adjetivos puros, súper higiénicos, hiper deliciosos, ultra efectivos. Sólo esos agrupa. Antes de salir cierra los ojos y saca varios, para guardarlos en su bolsillo. Después, en el tren, los observa. Más que eso: los enhebra como cuentas de un collar, delicadamente. Sueña así que avanza sobre un piso pulcro, en un tiempo de ocio, hacia un destino extraordinario. Cruza nubes aromáticas, sobrevolando cremosas tierras que purifican y fortalecen. Luego anuncian su estación por los altoparlantes y llega. A veces, si descubre que alguien entristece en el tren, le regala un adjetivo. Están los que se asustan, los que devuelven, los que reciben. La mayoría se contagia, asumiendo como propio todo rasgo positivo.  Mía guarda cualidades en sus bolsillo, dice que eso la mantiene pegada a la tierra. No cree en la ley de grav

Los hilos

Imagen
Le vi los hilos, dijo. Y no entendí.  Pegada a la ventana ella miraba la tormenta eléctrica. La luz sólo venía del cielo, y a ratos, y en fugaces chisporroteos. En casa ni prendimos las velas. ¿Para qué? Nos sentamos a esperar que la electricidad volviera, cuando tuviera que volver. Le vi los hilos al mundo, dijo. Desde arriba nos manejan. Titiriterean el planeta con rayos eléctricos. Mueven a su antojo los destinos. Nos hacen personajes de su entretenimiento. Algo así quiso decir con lo que dijo. Y (por supuesto) nosotros, los adultos, reímos. Negándonos a aceptar ser marionetas de un titiritero audaz, que en las noches de tormenta deja ver sus hilos.

La hiladora

Imagen
En el año 1908 Lewis Hine recorrió fábricas y talleres de los Estados Unidos documentando el trabajo infantil. Fotografió las banquetas que les permitían llegar a las manijas más altas, las delgadas manos pasando entre los filos, sus pesos ligeros haciendo equilibrio sobre obesas máquinas. Mostró los pies descalzos, la ropa leve, la piel joven, los callos vetustos. También había (porque siempre hay en estos casos) risas picaronas, ojos impetuosos, dientes asomados y posturas realmente desafiantes. Pero hay una foto en particular que me asusta. Una pequeña hiladora que fija la vista en  el frente. Disciplinada y firme. ¿Tiene seis, ocho años? Su delantal desalineado, su pelo sucio y sus brazos pegados al cuerpo. Se puede adivinar el mandato del fotógrafo: porque él disfruta retratando rostros, porque busca dimensionar su tamaño de niña junto al bastidor industrial, porque Lewis Hine suele pedir: “mira a la cámara”. Ella, además de una trabajadora de poca altura, es una mujer que ya sabe