Adjetivos
Mía reúne adjetivos en una caja. Los recorta de los sachets de leche, los cartones de salsa, las etiquetas del shampoo y las publicidades que pasan por debajo de la puerta. Son adjetivos puros, súper higiénicos, hiper deliciosos, ultra efectivos. Sólo esos agrupa.
Antes de salir cierra los ojos y saca varios, para guardarlos en su bolsillo. Después, en el tren, los observa. Más que eso: los enhebra como cuentas de un collar, delicadamente. Sueña así que avanza sobre un piso pulcro, en un tiempo de ocio, hacia un destino extraordinario. Cruza nubes aromáticas, sobrevolando cremosas tierras que purifican y fortalecen. Luego anuncian su estación por los altoparlantes y llega.
A veces, si descubre que alguien entristece en el tren, le regala un adjetivo. Están los que se asustan, los que devuelven, los que reciben. La mayoría se contagia, asumiendo como propio todo rasgo positivo.
Mía guarda cualidades en sus bolsillo, dice que eso la mantiene pegada a la tierra. No cree en la ley de gravedad, no tal cual se cuenta. Ella es mágica, como las hadas madrinas, como un buen quitamanchas, como la polenta.
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