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Mostrando entradas de agosto, 2022

No siempre

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La primera hora es entusiasmo puro. Palabras que suenan bien. Parecen que van a quedar, pero no quedan. Las dos horas siguientes son para corregir el mismo renglón que no se mueve. Se achica, a lo sumo. En la tercera hora nada ocurre.  Después llega un renacer con ganas. Casi que la cosa arranca. Se retoca, entonces, se rehace, se subsana. Se vuelve a foja cero, ya es el medio día, y apura el trabajo serio. El que permite cobrar un sueldo.  El resto de la tarde, se llora sobre la leche derramada.  La hoja en blanco es un desafío que no siempre se gana. 

Nube

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Dicen que son nubes bajas abrazando la montaña. Que el sol le dan reflejos rojizos cuando se marcha. Gotas de agua, no más, formando una montonera a fin de mostrarse como unidad.  A mi me parece crema azucarada bajando por la ladera. Inflada mediante batido veloz y constante. Esponjosa. Algodón dulce, algo blanco, algo rosa. Un paisaje de repostería que atardece deliciosamente.  Ellos son los que nunca se fueron. Aquellos que simularon su muerte. Son los que estaban antes, cuando la civilización aún no contaminaba las rocas de esta tierra. Memoria milenaria, no más, bajando como unidad, a fin de mostrar una nube montonera.

Planilla

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En el primer cajón van las planillas dos, cincuenta y tres, barra setenta y siete, (cuando ya están firmadas). De lo contrario permanecen en la mesa, en el extremo izquierdo. Al lado van las planillas dos, cincuenta y seis, junto a las dos, cincuenta y nueve. Las planillas hache pe a, se colocan a la derecha de la mesa. Ahí las dejan. Desde ahí se distribuyen.  Todavía sobra espacio para trabajar bien: la lapicera negra y la azul cerca de la mano diestra, el sello del otro lado (pues al cruzar el brazo sobra tiempo para asegurarse que esté en la posición correcta), el lápiz y la goma en el frente, para acotar algo provisorio, para eliminar algo superfluo. Puede ser que el viento sólo vea una pila de papeles, por eso sopla y despeina. Despareja. Desordena. Después cerraran la ventana con mal humor, con mal humor juntarán las dos, cincuenta y tres que se embarullaron con las dos, cincuenta y seis. ¡Cómo si fueran lo mismo! Una planilla se arriesga a ir más lejos y pierde. Queda debajo de

Metamorfosis

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Según la leyenda, aquella mujer se convirtió en río. Los dioses, solidarizándose con su huída, le regalaron el don de la metamorfosis. Por eso los perseguidores inauguraron la orilla y la rabia en el mismo momento, al descubrir la imposibilidad de cazar semejante presa.  Miranda escapa con lo puesto, como suele pasar en cualquier éxodo. No mira atrás pero entiende que la siguen. Apura el paso, sale del camino, desbarata senderos. Quiso creer, quiso esperar y fue en vano. Ahora lo sabe. Él no va a cambiar. Tiene más miedo que tiempo (para darse cuenta que tiene miedo). Por eso avanza. Ni siquiera se ha puesto a pensar si podrá, o no podrá, esfumarse. Arroja su cuerpo al río, el de la leyenda, el que tiene nombre de mujer y violencia de mar. Olas dulces y marrones la sacuden, la tragan. Desde el borde la ve naufragar el perseguidor. El agua le ha ganado de mano, por eso inaugura su odio y su impotencia en el mismo momento.  Ella saldrá en el margen opuesto. Porque sabe soportar, fingir y