No siempre

La primera hora es entusiasmo puro. Palabras que suenan bien. Parecen que van a quedar, pero no quedan. Las dos horas siguientes son para corregir el mismo renglón que no se mueve. Se achica, a lo sumo. En la tercera hora nada ocurre. 

Después llega un renacer con ganas. Casi que la cosa arranca. Se retoca, entonces, se rehace, se subsana. Se vuelve a foja cero, ya es el medio día, y apura el trabajo serio. El que permite cobrar un sueldo. 

El resto de la tarde, se llora sobre la leche derramada. 

La hoja en blanco es un desafío que no siempre se gana. 



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