Metamorfosis

Según la leyenda, aquella mujer se convirtió en río. Los dioses, solidarizándose con su huída, le regalaron el don de la metamorfosis. Por eso los perseguidores inauguraron la orilla y la rabia en el mismo momento, al descubrir la imposibilidad de cazar semejante presa. 

Miranda escapa con lo puesto, como suele pasar en cualquier éxodo. No mira atrás pero entiende que la siguen. Apura el paso, sale del camino, desbarata senderos. Quiso creer, quiso esperar y fue en vano. Ahora lo sabe. Él no va a cambiar. Tiene más miedo que tiempo (para darse cuenta que tiene miedo). Por eso avanza. Ni siquiera se ha puesto a pensar si podrá, o no podrá, esfumarse.

Arroja su cuerpo al río, el de la leyenda, el que tiene nombre de mujer y violencia de mar. Olas dulces y marrones la sacuden, la tragan. Desde el borde la ve naufragar el perseguidor. El agua le ha ganado de mano, por eso inaugura su odio y su impotencia en el mismo momento. 

Ella saldrá en el margen opuesto. Porque sabe soportar, fingir y mantenerse a flote. Lleva años haciéndolo. Alcanzará la tierra seca y emergerá con otro nombre, menos Miranda y más indócil. Se parirá de nuevo, ya que el río, solidarizándose con su huída, le regalará el don de la metamorfosis.



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