Mi nombre

Eligió la remera de la abuela por ser larga, tironeó un rato hasta que logró descolgarla de la soga. La paseo por el pasto, luego por el barro y finalmente encontró que el mejor lugar para descansar era debajo del árbol. Consideró que le faltaba algo a su cama y por eso se llevó una toalla que estaba secándose sobre una silla, una funda especialmente suavecita y una media marrón, (que probablemente quedó enganchada). Lo más extraño fue que mi mamá, al ver la obra terminada, no gritó el nombre del perro, sino el mío.

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