Once meses
Queremos escucharla hablar y ella habla. Ella quiere creer que la entendemos y nosotros también. Son letras sueltas, sonidos de interferencia, sílabas unidas al tun-tun, o al pam-pam, o al ma-ma-maa. Señala y grita, y es casi humana. Imita el sonido de las palabras, la entonación de quién se descubre detrás de la tela “¡Acá está!”; de quién atiende el teléfono “¿Hola?”; de quien se malumorea “¡Uh, qué problema!”. Sabina es un espejo que deforma, que adapta, que interpreta. No repite. Es autónomo en muchos sentidos. Ve, observa, estudia, imita, acomoda y aprende. Uno se ve en ella sólo cuando ella quiere. Y nada es sin querer. Y nada es inocente. Sabe que sabemos y sonríe. “Los tengo” –uno cree que piensa. “Nos tiene” –decimos.
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