Sahid espera

Sahid espera que los de la tele vayan a su escuela. Mira todos esos programas confiando que, algún vez, le va a tocar. Están los de preguntas y respuestas, los que forman equipos para hacer carreras de obstáculos, los que buscan talentos o premian al alumno que inventa algo muy muy original. Para cualquiera de esos programas, Sahid está preparado. 
En los recreos mira el portón de entrada y espera. Se asoma por las ventanas, espía la puerta del aula (cuando la maestra está de espalda) y se sube a la pared del patio, pues así ve a mayor distancia. Por eso pide permiso para ir al baño a cada rato. Una vez llamaron a su mamá y le preguntaron si Sahid estaba enfermo. 
Cuenta a los docentes para saber si falta alguno. Tiene la teoría que si alguien no está es porque se encuentra preparando la sorpresa. Entonces vuelve al aula ansioso, imaginando que una cámara de televisión estará en su banco. Saluda amablemente a los desconocidos que llegan a la escuela, así sea un supervisor serio, un padre enojado o un electricista asombrado que viene a cambiar los ventiladores. “Nunca se sabe”, piensa. 
La hermana opina que esas cosas no pasan, su mamá le explica que en la tele sólo salen escuelas de la capital y la seño dice que la calle de tierra no permite la llegada de los camiones de filmación. Pero Sahid espera. Mira los programas, se prepara y espera.

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