Barras y estrellas

El delito es no pertenecer, y uno cree que se habla de nacionalidades, de visas, de fronteras. Quien es desterrado en país ajeno, ya lo era en suelo propio. La pertenencia a un lugar tiene costos no accesibles a todos los bolsillos. Nacer en un espacio nada garantiza. Nacer, a veces, es sólo anecdótico.
La condena es ver la noche desde una ventana con barrotes, es el boleto de vuelta a un lugar que ya no existe. Y uno cree que se habla de límites, ciudadanías, pasaportes. Quien se desliza en los mapas no busca reemplazar al quieto, sólo intenta despertar vivo un día, y al siguiente también. Planificar sueños en el calendario, planificar hijos y poderlos ver planificar, después.
El delito es quedar afuera: marginal, excluido, proscripto, separado. Al borde del engranaje económico que sostiene el mundo. Nadie pide visa si la nacionalidad la garantiza un banco. Al desterrado le sobra tierra, le faltan fondos.
Y uno cree que se habla de xenofobia, pero el extranjero rubio, regio, rico es celebrado en toda aduana. El delito es económico, la excusa es ciudadana.

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