En negativo
“Me pregunto qué habría pasado si, en vez de mandar la rabia a lo más hondo
de nuestra alma travesti, nos hubiéramos organizado.
¿Qué pasó, en cambio? ¿Adónde nos llevó tragarnos el veneno?
A morir jóvenes. ”
“Las malas” de Camila Sosa Villada.
Son gobernadoras, presidentas, legisladoras y juezas. Hacen las leyes y las mandan cumplir. También son policías y guardiacárceles.
Está prohibido todo lo que, de algún modo, las ha hecho sufrir. El odio y el amor se ven en negativo y ahora es blanco, el negro.
Los calabozos se llenan. Rebosantes están de señoras paquetas que miraban de reojo, grandulones irreverentes montados en camionetas, representantes de la iglesia que se negaron a venderles un terrenito en el cielo, propietarios de lugares que siempre se guardaban el derecho de admisión.
¿Suena, acaso, a revanchismo de clase? ¡Por qué no!
Tienen condena, también, les que nada hicieron. Las niñas buenas que decían “está bien, pero allá lejos”. Autoridades, directivos, docentes, señores padres... quienes jamás aceptaron que el maestro se llame Lili. Televisados personajes juzgando desde el asco de sus armarios. Esos novios amantes de lo ajeno, cafishios golpeadores, envidiosas madames. La familia que nunca quiso aceptar. Los vecinos maleducados. Las que escribimos sin haber estado ahí. El bello compañero de curso que fue incapaz de verlas como mujer.
Tras las rejas están los que definieron la normalidad. Los hacedores de un miedo que clavaron en sus cuerpos, para que lleven y difundan. Los que establecieron hacia dónde debía apuntar la luz. Las que decían “pobrecitas”. Esos que estampaban nombres de varón en lápidas o noticias policiales.
Ellas proponen la norma, la votan, la reglamentan. Si es por seguir, han seguido todas las reglas del juego. No será de forma la crítica que se les va a hacer.
“Por una vez que les toca estar arriba podrían ser un poco más benevolentes”, -dice alguien.
No. Nadie lo fue nunca con ellas. ¿Dónde podrían haber aprendido?
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