altoparlantes
Cruza la siesta vendiendo y comprando. A toda voz. Le habla a la señora, a una señora, a esa señora. No sé bien a quién le habla, pero me despierto yo. Cuaja la siesta y resulta imposible seguir después. Hay un vecino que junta piedras. Otro, insultos. Pero no lo ven y el del camión no puede salir herido ante ellos. Es un fantasma que sólo está aquí por la señora, para la señora.
Quiebra la siesta de cristal y jamás se entiende lo que vende, lo que compra. Tal vez son almas. Quizás deba recaudar para pagar una culpa, para recuperar una vida, para salvarla a ella. Sí, a la señora.
No salgo a buscarlo, como han hecho otros. Sé que es inútil. Es invisible al enojo. Una leyenda urbana, de ciudades donde aún hay vendedores con altoparlantes y hombres que sueñan que duermen la siesta.
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