Liberen al tema

“Tema libre”, dijo el maestro y el tema saltó por la ventana. Corrió por el patio lo suficientemente rápido como para remontar vuelo y lograr pasar por encima del alambrado. ¿Por qué será que todas las escuelas tiene alambrados, murallas o rejas? ¿Temen que deserten los temas? (pensó el fugitivo sin trabarse entre tantas tes).
“No, no soy un fugitivo -reflexionó más tarde-, me dieron la libertad para irme y me fui”. Sumó altura cruzando las nubes, las transparentes y las más oscuras. Y de repente el tema de vistió de “ESTADOS DEL AGUA”. Frenó de golpe y cambió de dirección, porque venía un avión de trompa muy seguro de su recorrido. “Yo me llamo vuelo 745”, dijo al pasar, “y yo, MAGNITUDES DEL MOVIMIENTO”, respondió quien se había quedado quieto. Pero no llegó a encariñarse con el título, porque ahí nomás empezó a notar que caía y caía, (sin tiempo para preguntarse por los fenómenos físicos que estaba desatando). En ese instante podía ser colocado, más bien, bajo la carátula de “SINÓNIMOS”. “¡Auxilio, socorro, ayuda, asistencia, amparo, defensa, soporte... lo que sea!”, gritaba. Hasta que finalmente cayó. Pero no calló, porque siguió hablando sobre ORTOGRAFÍA, para diferenciar aquellas palabras que suenan igual, aunque se escriben distinto. Entonces el tema avanzó con sus dos extremidades: cuatro veces con la pierna derecha y tres con la izquierda, descubriendo que, matemáticamente caminando, el 12 es un MÚLTIPLO COMÚN para ambas patitas.
El tema fue ESPACIO URBANO y NÚMEROS NEGATIVOS. Anduvo con forma de MEZCLAS y EFEMÉRIDES, negándose rotundamente a convertirse en PRETÉRITO PLUSCUAMPERFECTO DEL INDICATIVO, porque eso de ser pasado del pasado deprime a cualquiera. Después se cansó de ser tan libre y cambiante, escapándose al campo a fin de comprobar si es recto el horizonte. Miró con detenimiento el detenido paisaje y el masticar lento, pero exacto, de los animales rumiantes. Se le ocurrió, de ese modo, la más obsoleta y desgastada idea. Corrió en sentido inverso hasta colarse en la ventana del aula, estrellándose contra el pizarrón.
Para cuando el maestro dejó la tiza y volvió a mirar lo que había escrito, los ojos se le escaparon de la cara. Las letras, reorganizándose de un modo extraño, proponían hacer, ahora, un cuento cuyo tema fuera: “LA VACA”. 

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