Metáfora
“La pluma venció a la espada”, dijo la maestra y él ya no escuchó el resto. Se quedó pensando en la forma de esa pluma. La creó de metal, con filos finísimos a ambos lados capaces de lastimar como estrella ninja. Pero esa imagen no le gustó: parecía el peine que usa la abuela para sacarle los piojos. Entonces pensó que estaría construida con tecnología espacial: un material resistente, aunque liguero, eficiente al momento de quebrar el borde de una espada. También podía ser que la pluma contara con un sistema de descarga eléctrica que al ponerse en contacto con el metal de la espada, se trasmitiera directamente al cuerpo del oponente, fulminándolo. ¡Impecable!
Volvió a relacionarse con el mundo exterior justo cuando el acto terminaba y ellos avanzaban, en fila, hacia las aulas. “Debió ser una pluma super poderosa”, comentó con Katy, porque era la que estaba más cerca. Ella lo miró desde lo alto con cierto asombro. No es que fuera pedante o soberbia, sólo era diez centímetros más alta que él y la frase realmente le había llamado la atención. “Es una metáfora, -le contestó-, quiere decir que ganó con las palabras”. Después giró y apuró dos o tres pasos para achicar la distancia hasta su compañera. Cubriendo, así, el hueco en la cadena que la respuesta había provocado.
Sentado a tres metros de la maestra, ya en el aula, él terminó de dar forma a los últimos detalles. La pluma debió tener la apariencia normal de toda pluma de ave, sólo que contaría con un dispositivo secreto. Un tubo por el que soplar palabras envenenadas que ejecutarían al enemigo en el acto. “No hay espada capaz de superar dardos mortales”, pensó convencido de haber entendido todo.
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