Razas divertidas




Mi abuela saca del estante un libro destartalado. Ella dice que es de quinto grado. El libro dice que es de 1920. Ninguno miente. Yo curso el profesorado en Historia y aquel ejemplar se transforma en una reliquia con las hojas descosidas. Quiero correr a ponerme guantes, buscar un pincel para limpiar el polvo, pero no tengo. Ni guantes, ni pincel, ni experiencia en conservación de antigüedades. Sólo estudio el profesorado.
Tiene láminas avalando los textos, para que las ideas queden visualmente claras. Hombres fenicios, romanos, medievales, modernos. Siempre hombres. Construcciones dóricas, jónicas, merovingias, renacentistas. Siempre europeas. Intento imaginar lo que imaginaban quienes leían aquello, en 1920. Pero no puedo. Nací más de cincuenta años después, en un tiempo alimentado con imágenes. Sólo estudio la Historia. 
Hay un capítulo destinado a las razas. Existen cinco, dice. Acompaña un grabado para que no queden dudas. La única raza que lleva traje, está peinada y se halla en el centro. Evidentemente es la más civilizada. ¿A quién soñarían parecerse los que observaban las figuras, a principios del siglo XX? ¿Cuál sería el rostro que verían al mirarse en el espejo? Quiero deshacer el calendario para decirles que nada es cierto. Pero no puedo. Me sostiene una época blanqueada a fuerza de sable, de letra impresa, y bellas láminas. Sólo estudio el profesorado en Historia.

Mi abuela se ríe a carcajadas. Éramos felices jugando a ser cualquiera, menos el trajeado serio del centro. No había en él nada divertido… 


 

Comentarios

Entradas populares de este blog

La primavera

Como si no estuviera

Palabras