Arena

 Hay un reloj de arena. Brevísimo. Es todo el tiempo del que dispongo para escribir. Lo giro cada mañana, bien temprano, en el silencio del sueño general. Me produce, al principio, un placer infinito. Soy un adolescente sacándole la lengua a la muerte. Pero cuando la base soporta más de la mitad del contenido total, me ahogo. Proyecto el rostro de un enfermo con el peor de los diagnósticos. Las frases se acortan. Desaparecen los adjetivos. La acción se vuelve mínima. Y ya.

Temo que caiga el último grano de arena y la oración no haya llegado a su punto final.

Temo que



Comentarios

Entradas populares de este blog

La primavera

Éxodo

Como si no estuviera