Establecer los olvidos

Los otros escaparon hacia el puerto. La América es larga, dijeron, resulta imposible no hallar costa. Aún con los ojos cerrados se llega. Con embarcación endeble se llega, con pasaje barato, reputación incierta, o bolsillos vacíos. 
Él permaneció donde había nacido. Porque alguien se queda. Siempre alguien se queda. Para contar la historia que recuerda, mantener el apellido bien escrito, pagar el cementerios de los padres y esquilar las fotos que no se han perdido. 

Nunca supo la suerte de los otros, no ha buscado. Tampoco ellos volvieron, ni enviaron cartas. Se los tragó el agua o en la orilla opuesta se dieron por renacidos. Para el caso es igual. Son sólo el espacio faltante de un álbum antiguo.


Vendimos la casa del abuelo de mamá. Regalamos los muebles, tiramos los colchones descosidos. Donamos sus libros, vaciamos los cajones, hallamos pocas fotos, y extraños escritos. “Lo peor de quedarse es estar a cargo de establecer los olvidos”.




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