Domicilio
Sesenta y siete personas tienen ese domicilio, pero sólo Manuel vive en la casa. El primero pidió permiso, es cierto. Después ya se hizo costumbre. Cada vez que se presentaban a un trabajo, se anotaban en un curso, enviaban un paquete o pedían comida para traer, daban esa dirección. Entonces se paraban a esperar en la puerta, en la puerta de la casa de Manuel
“Porque atrás las calles no tienen número”, dicen. Atrás no entran. Una sabe llegar y sabe dar indicaciones: de Patricia para la izquierda, después del comedor, tres casas más allá del kiosco, debajo de la torre de luz. Pero los carteros no saben, no entienden. “Es complejo”, dicen, y dejan el paquete en la casa de Manuel. “Atrás” y “complejo” son dos palabras que suelen ir juntas. Los vecinos ya lo comprendieron.
Una vez se quedó con una pizza que nadie fue a buscar. Bueno, también la tuvo que pagar. Otro día firmó una notificación judicial que casi lo metió en problemas. Y en una ocasión le trajeron una licuadora preciosa que era el premio mayor de un sorteo. Manuel cree que en cualquier momento vendrá alguien a reclamarla. Por eso sólo se prepara un licuado de bananas, de tanto en tanto. Luego la limpia meticulosamente para que parezca nueva.
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