SEPTIEMBRE


Se llama Abril porque Septiembre era muy largo. Cada vez que su madre escribía Abril en el celular salían imágenes de flores y mariposas. Eso parecía ser un buen augurio. Un dato secreto que el mundo estaba ofreciéndole. Después descubrió que en el hemisferio norte, ese mes es primavera.
Pero llamarla Septiembre resultaba incómodo, sobre todo. Extenso, raro y sexualmente ambiguo. Ya podía imaginar las bromas crueles que le harían por su nombre. ¿Para qué agregarle otro rasgo fronterizo a una vida en el límite? El sueño de la normalidad es el legado primero que heredan los del borde.

Abril dibuja flores y mariposas sobre carteles de “Prohibido pasar”, después pasa. No respeta las calles de quienes no respetan su hambre. Primaverea sueños anormales en canciones cortas y escribe consignas largas en paredes ajenas. Abril no sabe estar sola. Si ríe, jamás lo hace frente a una pantalla. Aplaude cuando está feliz y besa cuando se enamora. Malos ratos también tiene. Poco ayudó tomar el nombre que florecía en el norte. Por eso, si en la comisaría preguntan, ella dice llamarse Septiembre.



 

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