De agua




De espalda. Desnudo. Dormido. Lo reconozco apenas. Apoyo mi mano en su cuerpo líquido, no flota y la pierdo de vista. Se hunde más allá de la muñeca. Me mojo hasta el codo.

Retiro el brazo. Me alejo. Los dedos gotean sobre el piso que conduce a la puerta. Lo miro al salir: dormido, desnudo, de espalda.

Más tarde ha de llegar aquella, que también es de agua, y que sólo viene, a veces, para hacerle el amor.


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