La hamaca


Se sube a la hamaca sola, convencida de llegar al cielo. Debe desemparejar las piernas para tocar el suelo e impulsarse. Una vez, si es fuerte, basta. Bueno, tal vez dos.

El secreto está en el movimiento. Ya estuvo estudiando el caso. Los pies para adelante, buscando altura, y acurrucados al volver. Espía a las chicas grandes de las otras hamacas. Hacen algo con el cuerpo, un ir y venir, como si bailaran. Ella intenta. Ella imita.

Se eleva, asciende, sonríe. Ahora entiende mejor por qué los pies están al frente: para ser los primeros en pisar la luna. Está convencida de llegar.

Se mira los zapatos: “¿Son los apropiados?”. Una idea se cruza de repente. Y de repente el cuerpo deja de bailar. Duda. Aminora la marcha, el cielo se aleja y el suelo deja de ser un rayón gris-verde-marrón, marrón-verde-gris. Finalmente se detiene y desembarca.

Corre hasta mamá: “volvamos otra vez mañana”, le pide. “Pero antes debo conseguir un traje de astronauta”.

 

Comentarios

  1. Estoy buscando el traje de astronauta para volver a las hamacas soñando con mundo del amor.

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