Preciso momento

La vida es un largo ensayo, para poder actuar en un preciso momento. 


Dibujaba en las paredes y no lo hacía mal. Sí, lo hacía mal para la norma, la cal blanca, la madre que limpiaba. Lo hacía bien para las formas, fácilmente reconocibles, expresivas, en movimiento. Dibujaba en las hojas escolares y no lo hacía mal. Sí para la maestra y las matemáticas, no para los monigotes creados: múltiples, graciosos, caricaturescos. 

Dibujaba en los márgenes del papel serio, en las boletas y en los boletos. Siempre lo hizo mal y dibujaba perfecto. Mal para el horario laboral, los amores que esperan, los hijos que parecen juzgar. Perfecto para sus fondos, cada vez más detallados, profundos, exuberantes. Sobre los que circulaban personajes plenos y palpables.

Las paredes se blanquearon, los papeles se perdieron y las boletas se pagaron obligatoriamente. Por eso el día en que respondió al pedido: “¿Me hacés un dibujo, abuelo?”, no hubo fin. Desbarrancaron historias en trazos, completas en forma y fondo, perfectas en acciones. Despertó la admiración infantil primero, luego, del resto de la familia adulta. Hubo un aplauso cariñoso y sincero. Y él confirmó así que aquel era su preciso momento. “No dibujo tan mal, -pensó- después de todo”.




Comentarios

  1. Hermoso. Cómo puede entrar tanta emoción en tan pocas palabras..😍

    Gracias

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