Mirada

 

Hablar con los ojos a falta de palabras. Mirar hasta agotar el discurso. Intentarlo, por lo menos. Contemplarte como sombra larga, como cristal, como espejo. Saborearte, entre pestañeo y pestañeo…

Ella probó con sonidos torcidos que nadie comprendía. Provocaba risas. Señaló sus afectos, buscó su costado, levantó los brazos (porque inevitablemente se hallaban más alto). Abrió y cerró sus manos, como si un imán humano pudiera atraer a quienes más quería. Pero no resultó bien. Los otros, esos otros allá arriba, no entendían.

Cuando aprendió a escribir y a expresar con diccionario sus sentimientos, ya no estabas aquí para leerla. Pero debés saber que redactaba cartas a tu nombre y las guardaba, luego, en un cajón. Como si fuera un buzón del que vos pudieras retirar los mensajes. 

Te quiero, dijo y no lo dijo mientras te miraba. Te acarició con los ojos y encerró el infinito en un instante. Entonces alguien sacó una foto cargada de palabras.


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