El turista

Un domingo al mes, el Seba se viste de turista. Se pone ropa colorida y se cuelga al cuello una cámara de fotos que ni sabe cómo se usa. Luego va al centro y pregunta: “¿Qué es eso?”. “La municipalidad”, le dicen. “¿Qué es eso?”. “La catedral”, le explican. “¿Qué es eso?”. “El cuartel de los bomberos…”.

A veces hay gente que le cuenta un poco de la historia del lugar, otros le hacen notar detalles de la construcción. Están los que dan su propia opinión sobre las instituciones públicas, los que defienden con maravillosos adjetivos su ciudad y los enojones que fruncen el ceño. Pero siempre hay alguien que le pregunta: “¿Y vos, de dónde sos?”.

Comienza, entonces, la mejor parte del domingo. El Seba inventa una tierra lejana (que nunca figura en los mapas), un idioma incomprensible y una profesión tan peligrosa como irreal. Después relata las aventuras que lo trajeron a estas tierras y su interés en conocer la región, para escribir un libro (o hacer una película, o una serie, o un juego de video… lo que la inspiración indique en cada momento). 

No importa mucho si la gente le cree o no, porque a él le interesa dar vida a un relato atrapante. Le gusta agregar detalles divertidos, escenas de riesgo y finales felices (sobre todo eso). Para que el público ocasional se aleje contento, dudando si el personaje es real o ficticio, pero alegre de haberse cruzado con un turista tan interesante.

Cuando el domingo oscurece, regresa a su casa, se baña y se viste de Seba. Luego se sienta a escribir las peripecias del día, las preguntas que le hicieron y las respuestas que dió. Dibuja dos o tres escenarios (tal cual los imaginó en su cabeza) y se acuesta antes que el lunes llegue. Dice que un día publicará un libro de historia y geografía, sobre todos los lugares que alguna vez inventó. 



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