Hasta el momento

Manuel se lava los dientes luego de cada comida. Moja el peine por la mañana para aplanar su pelo. Y cuida que las uñas no parezcan sucias. Se baña casi todos los días. Aunque en las tardes de mucho frío sólo se cambia el calzoncillo y limpia sus axilas. El baño enorme no se calienta con una ducha tibia, así que deja caer el agua y después dice que ya está.
Sabe escribir su nombre, casi respeta los renglones y, para dibujar, usa todos los colores. Conoce los días de la semana, los meses más o menos, pero entiende que en junio comienza el invierno y es su cumpleaños, además. 
Guarda pan en los bolsillos o pedazos de facturas, por si tiene hambre más tarde. También almacena lápices que se hicieron chiquitos, piedras con formas de algo y caramelos que le regalan por ser bueno. Tiene su primer (y único) diente caído, en el cajón de la mesa de luz. Le han dicho que nacerá uno nuevo, pero hasta que eso pase, se resiste a desechar el anterior.
Tiende la cama si así lo piden. Barre el lado de la pieza que le corresponde. Y mantiene ordenada sus cosas la mayoría del tiempo. Todo eso cuenta Manuel cuando se presenta (bueno, tal vez evita lo del baño en invierno, o enumerar los objetos que lleva en los bolsillos). Pero aún así no ha conseguido, hasta el momento, que alguien se interese en adoptarlo.


 

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