El cuadernito

 

Mamá llega cansada. Y falta la cena, los platos, las cosas para mañana. Sobre la mesa está el cuadernito del Jardín. Ese que pide una anécdota familiar para compartir. Durante tres días lo corrieron al momento de amasar, planchar, o doblar la ropa. También cuando hubo que dibujar, comer bizcochitos y armar una ballena de plastilina, hay que decir. 
Emma pregunta si será hoy. “¿Podemos escribir ahora?”. Mamá asiente con la cabeza. Se miran y piensan. Juntas piensan. Sobre paseos a la plaza, bizcochitos frente a la tele y la vez que hicieron una sirena con masa. Pero nada las convence. “Un día subimos la montaña más alta del mundo”, escribe mamá. “Y al levantar la mano tocamos el cielo”, agrega Emma. “Bajamos deslizándonos por la nieve”. “Que tenía el sabor de la crema que hace la abuela”. “Después viajamos en un globo aerostático hasta una isla desierta”, escribe mamá. “Y comimos bananas”, especifica Emma. “Nadamos en el mar junto a los peces”. “Y fue ahí donde vimos una sirena”. También recorrieron la selva, cruzaron el desierto, hablaron con extraterrestres y sobrevolaron un volcán. Llenan dos hojas y se van a dormir mucho después de la hora habitual. 
Al día siguiente la maestra lee lo que dice el cuadernito. Cuando termina algunos chicos ríen, otros miran con cara de asombro, y dos, allá atrás, discuten si un globo aerostático tiene botones o volante. La seño mira a Emma, por las dudas quiera agregar algo. Entonces ella agrega: “Si, ese día nos acostamos tarde”. 



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