Subí

 

Te llevo, y a vos también, y a vos, dice y habla para sí mismo. Recorre el camino cargándose, multiplicado. Es el que saluda al pasar, el que no pregunta direcciones, el que se queda a comer, el que se sube al viaje sólo a empujones.

Avanza con paso torcido, como recién entrenado. Con paso chico, medio, adolescente. Con zancadas de apurado, con bastón, con pantuflas, con lentes. Se lleva porque no sabe dejarse tirado. Porque no quiere. Es la suma de lo que es y desconoce la magia para disimular algún porcentaje de sus genes. No puede peregrinar solo. Por eso se invita y se exige, se obliga a la ruta. Siempre pedaleando al ritmo de los carteles. 

Un día llega. Abraza, esquiva, sonríe, cuestiona. Nunca se desdobla. No muestra la mitad segura. Es más que la porción permitida. Es mucho más. Es una multitud atrevida, inoportuna. Quienes abren la puerta, saben. Por eso saludan. Lo ven llegar y les dan la bienvenida.


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