Pared

 Así como estaba resultaba difícil comprender algo. Una palabra tapada por otra, sobre otra, debajo de otra, en medio de otra. Aquella pared era una orgía pero sin la parte divertida. Libre expresión, le decían. Nadie te impedía escribir, pero nada te permitía entender.

Rosa buscó una punta en la maleza, una letra suelta desde donde sacudir. Revisó las orillas de la pared hasta encontrar el deshilachado del dobladillo, y ahí empezó a tironear. Ovilló las palabras con paciencia hasta dejar la pared vacía, como recién pintada. Sacó, entonces, dos agujas y tejió un poema. Estruendoso, extremista, estrafalario. Poca rima y muchas ideas. Algo cursi en los bordes. Mentiroso con los puntos escapados. Maravilloso en las formas.

Al terminar, Rosa colgó el poema en el mismo lugar donde lo halló. Puso una frase como firma, cerca del zócalo, y se marchó. "Ahora entiendo lo que digo". "Yo también", agregó alguien, más tarde, en un costado de la pared.  



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