Yaguareté

Hay un yaguareté agazapado detrás de una palabra. No es la voz de su nombre (vulgar o científico) aquella que lo cubre. Estoy segura que no dice "yaguareté" ahí, aunque aún no he podido leer. 

Lo siento respirar. Sé que va a saltar cuando pronuncie esa palabra. Está en actitud de caza. Espera, pues ya tiene la víctima a la vista. Estoy a punto de leer aquello que lo contienen. Voy a liberarlo, a derribar el muro. Entonces se abalanzará sobre mí.

Escucho al escritor. Parece reír y llamarme "cobarde". ¿Por qué no lee? - se pregunta impaciente. ¿No te animas? - me reclama. Habla de malos modos, usa expresiones hirientes, sonríe ladino. Espera, como el yaguareté. Mientras tanto se cura las heridas, remienda la ropa rasgada y bebe para mitigar el estropicio. Duele apresar un yaguareté detrás de una palabra. Se sufre mucho al hacerlo. Por eso quiere, el escritor, que yo recree su hazaña.





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