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Mostrando entradas de marzo, 2020

Y prometo no volver

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“ Esa mirada de mirar que me voy más lejos cada vez”  O. Orozco ...uso esa mirada. Y prometo no pisar jamás esta casa que es nuestra. Y escupo por los ojos. Y cierro las siete puertas que nos separan de la vereda y empujo treinta y seis cuadras hasta dejar atrás este barrio que es nuestro. Me subo a las primeras cuatro ruedas que corren hacia el sur. Y miro al norte y me río. Te imagino llorando de ausencia. Y lloro a carcajadas. Te maldigo y te lo merecés. Y ya estoy tan lejos que ni preguntando por Roma hallarás mi rostro. Y nado hasta que las aguas se tornan frías y vuelo a donde el mapa se hace a tanteo (porque nadie puede dar fe de cómo son sus contornos). Y salgo al otro lado (porque siempre hay otro lado) y sigo riendo a mares... así, tan húmedamente. Escapo hasta olvidar el nombre de los hijos que fueron mis padres alguna vez. Y ya ni sé quién soy. Camino. Y llego. Y golpeo la puerta, y vos ahí diciéndome que es pronto, que todavía no me esperabas, que no hace ni die

Estanterías

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No hay un día primero, o tal vez sí, pero uno lo olvida. Se comienza guardando un objeto, un símbolo, un recuerdo, de repente los cajones no cierran. Los estantes no alcanzan, los espacios se pueblan, los anexos se inventan.  Ahora ella debe mudarse. Y hace una selección primera y una segunda también. Intenta tirar, repartir, regalar, devolver. Pero no puede. Le resultaría más sencillo donar un órgano, cree. “Son mi historia”, argumenta. Va a estar en ese dilema las últimas dos semanas que cubre el contrato. Pide cuatro días más. Sueña con fuego, siente olor a quemado. Debe tirarse por la ventana. Abajo la esperan, le gritan, piden que se apure. Una última mirada recorre la casa, una última opción para elegir. ¿Qué llevar? ¿Qué resulta imprescindible para seguir? Sabe la respuesta. Recién entonces la sabe. Enumera sus necesidades: esa primera mirada, el roce, su nombre sonando en el altoparlante, la risa delatora, dos o tres buenas preguntas, abrazos irrecuperables, lápidas re e

Barras y estrellas

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El delito es no pertenecer, y uno cree que se habla de nacionalidades, de visas, de fronteras. Quien es desterrado en país ajeno, ya lo era en suelo propio. La pertenencia a un lugar tiene costos no accesibles a todos los bolsillos. Nacer en un espacio nada garantiza. Nacer, a veces, es sólo anecdótico. La condena es ver la noche desde una ventana con barrotes, es el boleto de vuelta a un lugar que ya no existe. Y uno cree que se habla de límites, ciudadanías, pasaportes. Quien se desliza en los mapas no busca reemplazar al quieto, sólo intenta despertar vivo un día, y al siguiente también. Planificar sueños en el calendario, planificar hijos y poderlos ver planificar, después. El delito es quedar afuera: marginal, excluido, proscripto, separado. Al borde del engranaje económico que sostiene el mundo. Nadie pide visa si la nacionalidad la garantiza un banco. Al desterrado le sobra tierra, le faltan fondos. Y uno cree que se habla de xenofobia, pero el extranjero rubio, regio, ri

Un momento

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“Será sólo un momento”, dice el fotógrafo y no miente. Ellas sonríen frente a la cámara y tienen veinte y tienen veinticinco, también doce, también diez. Le roban un rato a la comida, porque no se autorizó la reunión en horario laboral. Apenas ha pasado la mitad del día, la mitad de la vida, todavía falta otro tanto por gastar. Luego el hogar, los hijos, los hombres, o la casa, la prole, la familia (se puede usar el femenino y eso no mejora las cosas). Después del almuerzo, que ellas prepararon, volverán a la máquina que prepararon para ellas. Son ocho horas de trabajo, también diez, también doce.  Una se acomoda el cabello, otra se limpia las manos en el delantal, está la que busca su mejor perfil. Se arreglan el día de la huelga, se peinan el día de la marcha, se pintan cuando toman la fábrica. Arderán sus cabellos con rodetes al ser quemadas por protestar, sus ropas de trabajo se convertirán en estandarte de las siguientes, y las próximas vestirán sus consignas. Entonces vendrán