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Mostrando entradas de abril, 2020

El olor

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Recorría su cama evitando pasar mucho rato en un mismo punto para que las sábanas no se tornen pegajosas. Se estiraba, se encogía, se sentaba y leía.  Cien años de soledad cubría la siesta de aquel verano. El ventilador sacudía el calor de un lado a otro, escandalosamente. Era un tiempo muerto, difícil de llenar a los diecisiete años. Los adultos dormían, los más chicos inventaban juegos sin volumen. En algún momento apareció el olor. Dulzón, espeso, en descomposición. Un aroma que invadía la pieza. Dejó el libro y evaluó las posibles razones, porque eso hace la gente para evitar el miedo. Corrió la cama, barrió pelusa, devolvió a la cocina platos que alguna merienda había dejado en su mesa de luz. Pero no resultó. El olor persistía . Finalmente tiró desodorante y regresó a Macondo. La segunda vez intentó pensar en otra cosa. Se esforzó por desoír el grito de su nariz . Deseaba llegar al final del capítulo, por lo menos. Pero tres páginas antes se levantó. Su cuerpo se encorvó p

Espejos

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Los espejos tienen la fortaleza de agrandar los espacios, y la debilidad de impermeabilizarlos. Uno puede ver, pero no entrar. Dan la sensación de otro, aunque la soledad persiste.  Pusieron espejos en “atención al público”, para que cada uno recibiera su queja. Ahorraron personal, las grandes empresas, y evitaron el estrés producido por el mal trato de los clientes.  “Su pregunta no molesta”, decía un cartel mientras reflejaba el rostro del reclamante. Cualquiera baja la guardia, con tamaño recibimiento. Después venía la duda, el lamento, la devolución fallida, el reconocimiento de la inutilidad. Nada nuevo, por cierto. La diferencia estaba en que la gente se retiraba con más culpa que rabia de la ventanilla. La cotidianeidad del rostro conocido generaba resignación. Algo que se aprende cada mañana, al lavarse la cara. Hubo golpes e inútiles intentos por romper espejos. Siempre hay, aunque son los menos. Pero los vidrios se refuerzan y los cortes cicatrizan en otro lugar, bajo

que no estés

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La mejor parte de que ya no estés, es que puedo hacer cualquier cosa con tus recuerdos. Los acomodo a mi gusto. Los releo y los retoco, sin oír tu voz diciendo: no fue así .  Saqué de los cajones fotos viejas, las puse al sol para disimular el olor a humedad y las clavé en los portarretratos. Te elegí joven, desenfocado, con los ojos bizcos. Todas esas imágenes que me hacen reir. Las que nunca fueron pensadas para lucirse en los estantes, compartiendo espacio con libros y piedras.  Acomodé la ropa que dejaste por orden alfabético: calzones, camisetas, medias, pantalones, sacos. Después me di cuenta que la categoría que les correspondía, en realidad, era “abrigos”, pero ya estaba ocupado el primer nivel del armario. Cociné frito, tomé mate con azúcar, desayuné en la cama, escuché Vivaldi, pisé la toalla y no me puse zapatos en todo el día. Desde ahora son cosas que te encantaba hacer, cuando nadie te veía. Tus mapas son excelentes individuales. Plastificados, coloridos y en

En negativo

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“Me pregunto qué habría pasado si, en vez de mandar la rabia a lo más hondo  de nuestra alma travesti, nos hubiéramos organizado.  ¿Qué pasó, en cambio? ¿Adónde nos llevó tragarnos el veneno? A morir jóvenes. ” “Las malas” de Camila Sosa Villada. Son gobernadoras, presidentas, legisladoras y juezas. Hacen las leyes y las mandan cumplir. También son policías y guardiacárceles.  Está prohibido todo lo que, de algún modo, las ha hecho sufrir. El odio y el amor se ven en negativo y ahora es blanco, el negro. Los calabozos se llenan. Rebosantes están de señoras paquetas que miraban de reojo, grandulones irreverentes montados en camionetas, representantes de la iglesia que se negaron a venderles un terrenito en el cielo, propietarios de lugares que siempre se guardaban el derecho de admisión. ¿Suena, acaso, a revanchismo de clase? ¡Por qué no!  Tienen condena, también, les que nada hicieron. Las niñas buenas que decían “está bien, pero allá lejos”. Autoridades, directivos

Excusa

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Dame un excusa y yo pondré el odio. Señalá a quién y direccionaré los peores adjetivos. Marcá una persona, una región, un sector social, un estereotipo. Da igual. Te dejo la parte formal, la justificación, el para qué. No lo necesito.  Confío en tus designios. Exige mayor trabajo cuestionarlos, mirar para arriba y desafiarlos. Tu voluntad me salva, por otro lado. Me libera de tener que buscar razones, de tener que explicarlo.  No sos vos, soy yo. Las frustraciones que alimento requieren, de tanto en tanto, dejar salir su veneno. Hacelo por mi, te lo ruego. No me dejes morir de sobredosis. En alguna dirección apuntá tu dedo, del resto yo me encargo.