El olor
Recorría su cama evitando pasar mucho rato en un mismo punto para que las sábanas no se tornen pegajosas. Se estiraba, se encogía, se sentaba y leía. Cien años de soledad cubría la siesta de aquel verano. El ventilador sacudía el calor de un lado a otro, escandalosamente. Era un tiempo muerto, difícil de llenar a los diecisiete años. Los adultos dormían, los más chicos inventaban juegos sin volumen. En algún momento apareció el olor. Dulzón, espeso, en descomposición. Un aroma que invadía la pieza. Dejó el libro y evaluó las posibles razones, porque eso hace la gente para evitar el miedo. Corrió la cama, barrió pelusa, devolvió a la cocina platos que alguna merienda había dejado en su mesa de luz. Pero no resultó. El olor persistía . Finalmente tiró desodorante y regresó a Macondo. La segunda vez intentó pensar en otra cosa. Se esforzó por desoír el grito de su nariz . Deseaba llegar al final del capítulo, por lo menos. Pero tres páginas antes se levantó. Su cuerpo se encorvó p