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Mostrando entradas de febrero, 2021

La tarea

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“La presa define su arma”, dice el cazador. No se usará lo mismo para atrapar un león, un águila o una ballena. Aunque las tres muertes provoquen entre los naturalistas igual horror. Para él destinaron otra cosa: una labor capaz de acorralar su energía. Algo que tranquilice sus deseos, despiste sus demandas, agote sus músculos, atasque sus horarios, consuma su obstinación, desintegre sus neuronas y desbarate su ideario. Después pusieron horario y fecha de entrega. Acordaron un pago ("porque nada es gratis en esta vida"). Y listo. Con una buena tarea se puede vencer al que más enfada. Pues la presa define siempre el arma para su caza. Ya se dijo.   

Sobre la cabeza

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Creía que si apoyaba cosas sobre la cabeza se vería más linda. Como si los parámetros de belleza fueran construídos por Carmen Miranda.  Empezó adornando su cabello con imágenes recortadas en las revistas. Coloridos monigotes, mariposas dibujadas, flores de papel, grullas de origami hechas por mamá. Después vinieron los pianos, los yunques, los armarios contenedores de historias. Cargó una casa, dos familia, tres oficinas. Montó sobre su cabeza los planos del pasado y, de la posteridad, se trajo sólo las reliquias. Apoyó, sin delicadeza ni disimulo, un mundo cuadrado encima de su frente. Como un Atlas rebelde o mal informado. Depositó ropa vieja, botellas vacías, cartones lavados y basura en buen estado. Nunca rulos. Y si bien es cierto que se sintió más bella y más alta, la jaqueca le impidió (en alguna oportunidad) avanzar con tamaña carga.

Aquí y ahora

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Aquí y ahora Aquí, 1861 “Aquí, -dice el hermano señalando el piso-, en este mismo lugar, había un cementerio de indios”. Ella levanta los pies y se acurruca en la cama, como alejándose lo más posible del suelo. Él sigue relatando detalles de muerte y descuartizamiento. “Son brutos, feroces, caníbales”, explica. Mamá ha dicho que son salvajes y llegan en malones para arrasarlo todo. Finalmente se amuchan bajo la frazada y escuchan, por falta de sueño. Hay chicharras, sapos, zorros. Nada extraño. Pero también hay sonido de caballos. Lejanos. Como preparándose para venir. Zapatean el piso, relampaguean en el horizonte y se anuncian con olor a sangre. Los hermanos esperan aterrados.  La noche trae relinchos de indio y los bordes del mundo civilizado se encogen. Ahora, 2021 Ahora se ha cortado la luz. No es raro en noches calurosas: los aires acondicionados bajan a dieciocho, las heladeras se abren incansablemente y los ventiladores vetustos hacen saltar los transformadores del barrio.  Los

La cuerda

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Martina tiene doce años y dibuja una cuerda. “Es fácil de dibujar y es útil'', explica. “Tanto sirve para atar a las personas como para salvarlas, cuando han caído en el fondo de un pozo”. Él cuenta lo que necesita contar y sus palabras se lanzan de la boca al cielo. En fila sale la crónica, porque unas cosas pasaron antes y otras vinieron después. Las letras se pueden ver, sucediéndose. El pico de una se aferra a la cola de la que va delante. Mientras su rabo se engancha al hocico de la letra que va detrás. Se enlazan, engarzan, acoplan y unen. Hasta formar una soga.  Cruza la ciudad una cuerda de palabras encadenadas que cuentan la historia que era necesario contar. Como tendedero de ropa, hay gente que se cuelga y sigue en el vuelo que avanza, (pues toda narración debe avanzar). No son pasajeros de un colectivo en hora pico, aferrados al caño. Más bien parecen trozos de telas atados en la cola de un barrilete. Envalentonados, al ritmo del viento y del relato, deteniéndose an