medias
Destiende y tiende la cama. Repite la operación porque duda. Duda de la duda y le baja la autoestima, entonces vuelve a empezar. Se acostó con dos medias y ahora sólo halla una. Mira por debajo de los muebles, en los laterales, en las alturas. Delira y se asoma por la ventana. “No puede ser”, se dice. Pero se asoma nuevamente. Mientras tanto, en otro lugar, una persona hace girar por octava vez el tambor del lavarropas. Nada cae. Se asoma a ras del suelo, al filo de la pared, al borde de la locura. La media ha sido tragada y digerida, pues ya no aparece. La escena se repite indefinidamente. El que cuenta y recuenta la ropa colgada y nota la ausencia. La que da vuelta los cajones. Los que deshilachan la rutina a fin de notar el momento exacto de la fuga. Las que llaman al nueve once con una media sin par en la mano. Dicen los que dicen que en el purgatorio te hacen esperar. Una vieja técnica para ablandar los ánimos. Repensar en el pasado y poner en la balanza lo que se quiso hacer y l