La visita
El gigante va a visitar a su mamá. Cruza las montañas en siete pasos y llega a una casa chiquita. Porque la mamá del gigante tiene la misma altura que tu mamá o la mía, (hasta un poco menos, te diría). Ella lo espera con diez tortas, veinticuatro docenas de facturas, ocho kilos de bizcochitos y alguna que otra cosita hecha en el último minuto. Después le ofrece un café con leche que prepara en la olla grande donde, cada nueve julio, se cocina un locro para todo el pueblo. El gigante desayuna y escucha las novedades que su mamá le cuenta. También responde a esas preguntas que hacen las mamás cuando nos ven de vez en cuando: ¿Comés bien? ¿Descansás? ¿Pasás frío? ¿Sos feliz? Luego se van a pasear por ahí, los dos juntos. El gigante pone a su mamá en la mano para que ella pueda ver mejor el pueblo, los árboles del camino, el lago lleno de patos. A la tarde hacen picnic con frutas recolectadas en la excursión, (y los mil trescientos cuarenta y dos panqueques que preparó la mamá durante la